Capitulo 7: Tercer y último aviso.No sé porque me afectan tanto estas cosas, creo que porque ya viví lo que es cuando uno deja de extrañar a una persona y pasa a necesitarla… Creo que el sentimiento de “extrañar” como decía una profesora mía de la secundaria, “Hay cosas que no se pueden contar, que para entenderlas realmente, se las tiene que sentir.” Yo cuando apenas hacía días que no lo veía, pensaba que no era tan grabe… que quizás fue un “tonto amor de escuela”. Pero cuando pasaron unas semanas, comenzaron a invadirme dudas de si realmente era así. Creo que precisamente al mes y medio, terminé convenciéndome que había perdido algo muy necesario e importante para mí vida. Que gracias a Dios, el destino, o la suerte, no lo perdí.
El silbato del tren me despertó de mis intensos pensamientos, miré la hora, seguro que llegaba a tiempo. Porque al final, me quejo pero soy igual a los demás, el tiempo termina siendo tan poderoso, dice si llegás temprano o tarde, si estas joven o viejo, y muchas otras cosas.
Me paré frente a la cafetería y con la vista nublada con dudas… entré. Él estaba ya sentado en una mesa, con un café , jugando con la flor del florero, un florero en cada mesa, anunciando por todo el lugar la alegría de la primavera, pero a mi no me causaba efecto… al ver sus ojos tristes mirarme, creo que me puse peor. Me acerqué y le dí un beso en la frente, como los que te daba mamá cuando te lastimabas.
-Llegué… ¿me esperabas hace mucho?- dije al sentarme frente a él.
- No, no sé, por ahí… no estoy pendiente del reloj últimamente. Cuanto menos piense en que el tiempo pasa, mejor…- dijo pero mirando para otro lado, no lograba que me mire a los ojos.
- Bueno basta de misterios…- lo tome de la mejilla corriendo su cara para que me mire- necesito saber que es lo que te pasa.
- Mejor que yo te lo diga cuando esté listo. Me conocés, no soy una persona muy transparente con los demás.
- Pero me preocupás, no sé parece que te vas a morir de las frases que me tirás a cualquier pregunta.- comenzaba a ponerme nerviosa.- Yo te amo, no puedo vivir tranquilamente sabiendo que algo te anda pasando.
- Solamente no quiero arruinar este hermoso día con mi novia, contándole mis problemas…- tomó lo ultimo de su café- no me voy a morir, para que te quedes mas tranquila.-
Sus intentos para calmarme, fallaron en el intento, pero fingí que me tranquilizaba solo para que él esté mejor. Me levanté despacio de la silla y le tomé la mano con mucho amor. Realmente estaba asustada. – Vayamos a ir al rosal a ver la magia de la primavera-
Él levantándose, me sonrió y dejó un billete en la mesa para pagar su café. Al traspasar la puerta, sentí un escalofrío y lo abracé. -¿Tenés frío?- me dijo al abrazarme mas fuerte. –Jaja, no, solamente fue esa brisa de viento. Fue raro que haya viento de aire frío en pleno sol- le contesté extrañada. –Pero no hay viento, habrá sido una brisa- dijo para tranquilizarme nuevamente. Comenzamos a caminar hacia el rosal, abrazados, nunca me sentí tan protegida por alguien. Estaba tan feliz, y no podía evitar sentir el miedo de perderlo de nuevo, cuanto más tiempo pasaba, parecía que lo amaba más y que el miedo de perderlo se duplicaba. Pero cuando lo miraba, y el me sonreía… me invadía una profunda calma, aunque la intriga de saber su gran misterio no desaparecía ni por un segundo.
Cuando llegamos al rosal, era una vista hermosa. Lo primero que hice al llegar fue sacar mi cámara y comenzar a sacar fotos. Parecía una niña en una juguetería, agarraba la mano de Aarón y comenzaba a correr por todo el lugar. Después de un rato, agotada me dejé caer junto al lago que estaba cerca del rosal y me puse a observar a unos pequeños patos que nadaban tranquilamente por sus aguas. –No te me vallas a caer…- me dijo él abrazándome y sonriendo. Yo no le contesté y me hundí en sus brazos. Saqué la cámara de mi mochila y le pedí a una señora que pasaba por ahí que nos tome una foto con el lago de fondo. Era una foto hermosa, como para ponerla en un cuadro donde siempre la vea. – Saliste re lindo- le dije mostrándole la imagen de mi cámara.
- Es que yo soy muy lindo, y tengo una novia más linda todavía- dijo abrazándome nuevamente.
- No quiero que este día termine…- le dije mirándolo a los ojos.
- Yo tampoco- contestó entre susurros. Y me besó.
No le quise decir nada, pero me sentía muy preocupada. Tenía el horrible presentimiento de que lo iba a volver a perder, pero que esta vez me dolería mucho más. Ese beso me recordó el día que lo perdí por primera vez. Tenía sabor a despedida y no sabía por qué. Quizás es solo que estaré paranoica.
Nos quedamos mucho tiempo junto al lago, tomando mate, pero ninguno de los dos se atrevía a sacar un tema de conversación. Recorrimos un poco más el lugar y comenzó a hacerse de noche. Así que me acompañó a la estación. Estaba por sacar el boleto y me dijo: - Sacá uno para mi también, no te voy a dejar ir sola. Para que no te pase nada te acompaño.-
- No. Voy yo sola. El viaje es largo, después tendrías que volver vos solo y más tarde-
- No Elizabeth. Yo quiero acompañarte, si no me sacás vos el boleto. Lo saco yo.- me dijo muy serio.
- Bueno está bien… Pero quedáte a cenar en mi casa- le dije.
- No puedo… tengo que cenar en mi casa. Dale sacá los boletos. Que vamos a perder el tren- dijo subiendo el tono de voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario