lunes, 13 de octubre de 2014

No hay que esperar a nadie; Todo va y viene. Dejar surgir, dejar morir lo que deba morir.



A veces al esperar mucho tiempo algo o alguien... Ese objeto o persona se convierte en algo que no es. Muta en nuestra mente. Y cuando vuelve, si es que lo hace, parece no ser lo que esperábamos que llegue; porque no lo es y nunca lo fue. Porque lo que queríamos, nuestra imagen mental de ello, se fue condimentando de diálogos no dichos, de adoración, de melancolía; se fue idealizando y perfeccionando para hacer valer la pena la espera, porque interiormente sabemos que, no la valía. Pero si aquello nunca vuelve, quizás quedemos en ese limbo dubitativo, en esa añoranza, confusión; quizás, solo tal vez, quedemos inmersos en esa bruma triste y sola, pensando en alguien o algo, que nunca existió, en eterna perdición de lo que no fue y nunca será. 

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