lunes, 24 de mayo de 2010

"Será un Bicentenario hueco"

La propaganda del Bicentenario nos muestra como un país serio que produjo grandes nombres. Ergo, los argentinos somos, los argentinos hicimos... Y no es así. Borges y Cortázar atrajeron la mirada del mundo por su luz individual y no por ser productos de una cultura homogénea. Leloir trabajó en total aislamiento y sin apoyo. Fangio (como Demidi o Vilas) luchó en soledad para poder ser el mejor. Pugliese y Mercedes fueron perseguidos por su idelogía. Favaloro se suicidó, indignado por la desidia oficial.
Al cabo de dos siglos, no hemos sabido darle a esta tierra privilegiada el lugar que merece. No hay mucho de qué enorgullecernos. Ni de civiles ni de militares. Nuestra historia está teñida de traición y desencuentro, guiada por hombres que consumieron la riqueza en Buenos Aires, postergando a las demás provincias.
El derrumbe de 2001 fue un final lógico tras un folklore de improvisación. Y no aprendemos de los errores. Hoy, mientras el Ejecutivo se desgasta en ruines ataques, nuestros representantes en el Congreso juegan a las escondidas en vez de hacer el trabajo de reconstrucción para el que los votamos y les pagamos.
Nos hemos resignado a vivir en la mentira. Creemos tanto en el INDEC como en las despedidas definitivas de los Midachi. O aceptamos mansamente un país con 40 millones de habitantes, donde la Iglesia denuncia una pobreza escandalosa.
Gracias a nuestra clase diligente, más cierta culpa propia como ciudadanos, somos el país más grotesco de América Latina. Hay tanta ignorancia en la culpa del pollo según Evo, como en la virtud del chancho según Cristina. Hay tanta bajeza en el escuadrón anti-prensa de Chávez como en los afiches contra Clarín. La cuestión es que, entre una cosa y otra, con generaciones enteras de chicos que jamás vieron a sus padres volver del trabajo, se expresan de un modo pobrísimo y no tienen metas ni sueños.
Hoy, el Bicentenario es un cascarón hueco; una palabra vacía empleada con fines diversos. Los rasgos que nos caracterizaban se han disfrazado para mostrarnos más europeos: nuestro Obelisco está rodeado de imágenes que no nos identifican y hay curiosas formaciones que van desde el Gotán Proyect hasta la canción pop en inglés con que se promociona la Universidad de Palermo.
Tras estos pintorescos bastidores, siguen rondando cartoneros y chicos mal nutridos y la violencia se multiplica de la mano de la ignorancia. Todo esto en un país que podría alimentar sin problemas a toda América en su conjunto. No soy pesimista, sólo digo lo que veo. Festejemos, sí, en memoria de Belgrano, Güemes, Juana Azurduy y tantos patriotas verdaderos. Pero ya mismo hay que forjar un proyecto serio de país: nos llevará varias décadas corregir tanta ineptitud del pasado y del presente

Carlos Marianidis.

"Artículo sacado de cartas de lectores del diario Clarín."

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