jueves, 12 de noviembre de 2009
Capítulo 1: Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
“No puede uno tener tantas cosas en la cabeza, y eso que yo soy joven, por ahora claro. ¿Será para allá o por aquí?, faltarán tres cuadras, menos o más. No entiendo este mapa y ya voy a llegar tarde.”- Pensaba mientras, confundida miraba el mapa de capital federal. Con casi 19 años, estaba decidida a dedicarme al teatro, con un poco de descontento en mi familia al principio, pero luego entendieron que en mi vida cometería mis errores y mis logros, tomando mis propias decisiones. Además, mi profesora de teatro de mi área local, me mando a esta escuela de capital para que pueda estudiar mejor la materia y justo hoy 18 de Septiembre, empiezo mi primera clase aquí. ¡Ahí esta! Puedo visualizar la escuela que mi profesora me dijo. Voy corriendo hacia allá con mis botas taco alto, mi pollera haciendo tono, mi ligero abrigo y mis bolsas con lo que debo llevar a clases…
Pero siento un golpe terrible en mi brazo izquierdo, caigo sentada en el pavimento de la vereda, al abrir algo los ojos logre ver una mano intentando levantarme y un muchacho disculpándose.
-Uh perdóneme, no pude ver que estaba ahí pero…- el muchacho se quedo callado.
-Está bien, la apurada fui yo…- Me quede helada cuando mi vista se aclaró.
-¿Lizzie?... ¡no puedo creerlo!- me dijo sonriendo y nuevamente ayudándome a levantar.
-Yo… yo… yo tampoco…- le dije con los ojos llenos de lagrimas.
Les explico para que me entiendan. Este muchacho era… no era, en realidad… no llego a ser mi novio. Yo lo amaba en la secundaria. Pero era un año mayor y en sexto año, él terminó el colegio, la familia se mudó y no me pude comunicar más con él.
El último día que hable bien con él, me puse a llorar, porque me despedía, fue cuando terminaron las clases, diciembre del año 2010, como olvidarlo. Lloré y le dije que no podía expresarle con palabras la tristeza y el miedo que sentía, tristeza porque me restaba un año del colegio sin él en los recreos y miedo de no volverlo a ver. Solo recuerdo que el me besó sonriendo… y que me dijo que no llore, que el no iba a dejar de comunicarse conmigo. Pues, pasaron casi dos años y no lo hizo. Yo nunca deje de pensar en él con tristeza y algo de enojo, pero ya me resignaba a olvidarlo.
Cuando me logré levantar, lo abracé bien fuerte y lo miré a los ojos.
-Pensé que no iba a verte mas ni a saber mas de vos…- logre decir con voz entre cortada.
-Pensaste mal, porque me estas viendo y cuando hablemos vas a saber de mi. ¿Querés ir a tomar un café conmigo en la cafetería de la esquina?- preguntó sonriendo, el siempre sonríe, eso era lo que mas amaba de él, su sonrisa.
-No, no puedo. Es que…- mirando para todos lados y regresando a la vida real, recordé que estaba apurada- Estaba apurada porque tengo que ir a mi primer clase de teatro y estoy llegando tarde… pero pasáme tu número de celular y te paso el mío y uno de estos días vamos a tomar un café juntos.
-Bueno, dale.- me dijo sacando del bolsillo su celular.
Nos pasamos los números y me fui casi volando a mi clase de teatro. En la cual estaba eufórica y feliz del totalmente inesperado encuentro. No paraba de pensar si iba a llamarme, cuantas cosas tendría para contarme y cuantas le podría contar de mi vida estos dos años. Estaba recordando los momentos de la secundaria que nunca olvidaría, de mi cumpleaños de quince, que fue la primera vez que me abrazó… y me abrazó tan fuerte…
-Señorita, ¿está prestando atención a la clase?- interrumpió mis pensamientos la profesora.
-Discúlpeme, realmente estaba en la milésima nube. Estoy avergonzada- contesté.
-Debe estar nerviosa porque es su primera clase. ¿Por qué no se presenta ante sus nuevos compañeros?- dijo amigablemente y haciéndome señas para pasar al frente de la clase.
Camine lentamente y al llegar al frente de todos comencé a hablar:
-Hola a todos, mi nombre es Elizabeth Montenegro. Desde muy pequeña sueño con ser actriz. Soy de Gran Bs. As. Pero mi antigua profesora me recomendó venir a este lugar que tenía mejor nivel de enseñanza. Soy una persona… divertida, sincera, feliz y comprensiva. Hem, cumplo 19 años este domingo…- mis palabras las interrumpió la profesora.
-Muy bien, gracias Elizabeth. Entonces la semana que viene nos traes torta así celebramos contigo. Puedes ir a tu lugar.
Regresé a mi asiento y traté de concentrarme en la clase. Cuando la clase finalizó, el tiempo se había pasado tan rápido, ya eran las 19 horas, y estaba queriendo anochecer. Tome mi celular entre mis manos, abrí mi lista de contactos, busqué su nombre, lo encontré y quede un rato largo mirando los números. Inconcientemente apreté llamar y no quería cortar, porque sino pensaría que yo era todavía de esas chicas que cuando alguien les gusta, marcan y cortan porque no tienen el valor de hablarles…
-¿Hola?- contestó su voz, su voz tan única para mí.
- ¡Hola Aarón! Em, Salí recién de mis clases, y como no sé donde vivís. Si vivís acá en capital o acá cerca… podemos ir a tomar el café que querías.- dije totalmente nerviosa.
-Si, vivo acá a cuatro cuadras... Pero me tengo que cambiar, podes esperarme en la cafetería, es esa que está justo en frente de tu escuela. No voy a demorar. ¿Me esperas ahí?
-Si… si obvio. Las clases de teatro me dieron ganas de tomar café con un amigo.- contesté riendo. Escuché que también él rió.
-Bueno, mejor así. Nos vemos ahora.-
-Dale. Nos vemos.- le dije aliviada y corte.
¡La gente que pasaba por ahí me habrá creído loca!, a menos que estén enamoradas, claro. Estaba feliz, muy feliz. Empecé a dar vueltas, a saltar, sin quitar mi sonrisa. Llamé a mis papás para avisar que me quedaría tomando un café para que no se preocuparan si llegaba tarde, pero no les aclaré que con alguien.
Me senté en una mesa al lado de la ventana de la cafetería, así lo vería venir a mi encuentro. Estaba ansiosa, había olvidado esa sensación, de cosquillas en la panza. Recordé que feliz me ponía verlo en el recreo los años de la secundaria. Hay como me gustaría volver a esos días… ahora era diferente, los dos habíamos crecido un poco. Pero aunque creciera seguía teniendo la misma sonrisa que me volvía loca y que aún hoy me vuelve loca. Al verlo llegar me puse demasiado más nerviosa e inaguantablemente feliz. Me saludó con un dulce beso en la mejilla y se sentó delante de mí.
- Y… ¿Cómo anda tu vida? ¿Tus papás, tu hermano?-pregunté para romper el hielo.
- Bien ahí andan. Mis papás viven acá conmigo y mi hermano se mudó con la novia por acá cerca. Creo que dentro de uno o dos años se van a casar. ¿Y tu familia?-
El mozo nos interrumpió. - ¿Qué van a pedir?
- Yo quiero un café cortado- dije rápidamente.
- Para mí, un café con leche. Gracias- dijo él dulcemente.
-Ya se los traigo.- Contestó el mozo con amabilidad.
-Em, me habías preguntado por mi familia… están bien, como siempre, nadie se mudó y nadie se va a casar jaja.- Intenté reír de mi mal chiste. Y el sonrió.
Nos quedamos callados, no sabíamos que decir después de dos años de no hablarnos.
- ¿De qué estas trabajando? ¿O estas estudiando?- Pregunté con algo de intriga.
- Estudio una carrera de ingeniería. Y trabajando, toco la harmónica en un bar de acá cerca. Hacen obras de teatro también y yo hago la música de fondo. Viste que sigo siendo viciado con la música.- me dice sonriendo.
Hay como amaba su harmónica, hasta yo estaba celosa de ese amor. Creo que el siempre lo percibió.
-Ah, entonces si tu hermosa harmónica sigue ocupando tu corazón. No… no hay ninguna chica que la haya reemplazado aún.- dije con ironía, porque quería saber como andaba el, si tenia novia o si andaba con alguien. Me daba un poco de miedo su respuesta, no sabía por qué.
-El lugar que ocupa mi harmónica no lo va a reemplazar nadie.-rió- Pero la otra gran mayoría de mi corazón si está ocupado por alguien, una mujer inigualable…-
Yo contuve la respiración asustada.
-Mi mamá, obvio- dijo y sonrió.
Yo respiré aliviada. Su mamá, como me asustó esa vez en el colegio. No podía creer que lo recordara. Porque un día que le pregunté como andaba en su vida amorosa. Él me dijo que tenía novia, cuando le pregunté quien era o si la conocía... me dijo que no. Luego me dijo que era mentira, que se refería a su mamá. Él se rió mucho de esa situación embarazosa.
-No puedo creer que te acuerdes de eso…- le dije sonriendo mirando la mesa.
-Sigo sin creer que hayas creído esa mentira.- y sonrió de nuevo.
- ¿Te acordás cuando te hablé que el tiempo pasaba rápido y que no quería terminar la escuela? – dije poniéndome melancólica.
-Si, pero no fue tan terrible. Puedo admitir que extrañe muchas cosas el primer año, vos sos una de ellas. -
¡Woo! ¿Era verdad lo que había escuchado? Levanté la mirada hacia sus ojos y me sonroje.
-Yo desde que te fuiste nunca dejé de extrañarte. No puedo creer que nos chocáramos después de dos años y cinco días antes de mi cumpleaños.
El se sobresaltó. – ¡Cierto! Por estas fechas era tu cumpleaños. ¿Cuántos cumplís?
- Diecinueve.
- Ah pero sos toda una adolescente.- sonrió.
-Cada año más vieja. Y vos un año más viejo que yo.
- Jaja, si claro…-
Vino el mozo a traernos el café. Nos dio las tazas y se fue a continuar con su trabajo. Yo solo podía mirar los ojos, o la sonrisa o el pelo que tanto amaba de Aarón. No había nada más que deseara mirar tanto en ese momento.
- ¿Vas a celebrarlos?
- Por ahí, mi familia haga algo en mi casa…
-Obvio que voy a poder ir. ¿No?- me dijo sonriendo.
-Si querés venir… después no te quejes. No se si te acordás de mi familia. En una de mis fiestas de cumpleaños me hicieron pasar mucha vergüenza.
-Si que me acuerdo, eran muy locos y divertidos. Además me habían dado la bienvenida a la familia. Así que es mí deber ir a festejar tú cumple con ellos…-
Yo me quedé totalmente pálida. Aún recordaba que uno de mis cuñados lo abrazó y le dijo que era bienvenido a mi familia. Cuando ni siquiera éramos novios, ni siquiera lo habíamos sido.
-Bueno vení entonces…- tome un sorbo del café el cual estaba delicioso.- Mm... está riquísimo…
- Viste que te dije que era el mejor café del mundo.- tomó un poco de café y agregó- Ah, y voy a estar ahí el domingo…
-Te voy a esperar entonces- Tomé la servilleta, saqué una lapicera de mi cartera y le escribí la dirección- No hace falta que traigas regalo.
-Entonces, con más seguridad voy.- dijo y volvió a sonreír.- No mentira.
Sonreí, hacía dos años que no estaba tan contenta, parecía todo un sueño, aunque de cada sueño uno debe si o si despertar. Miré la mesa y una lágrima salió de mis ojos.
-¿Por qué llorás?- me dijo el realmente intrigado.
- Son lágrimas de felicidad, creo…- hice una pausa y giré la cabeza para un costado- me habías dicho que te ibas a comunicar conmigo… ese día… aquel día…- no hablé mas por miedo a comenzar a llorar peor.
- Si, ya lo se. Lo lamento, es que nos mudamos y no sabía tu número de celular. Porque se me descompuso el mío y perdí muchísimos números. Perdí contacto con mis amigos, la mayoría, y los que me quedaron, no te conocían. La facultad me agotaba, sino hubiera ido a la salida del colegio a verlos a todos ustedes, pero para colmo que estoy muy lejos, tenía pilas de libros para estudiar.- dijo tratando de disculparse.
- Está bien, por lo menos te volví a ver…- dije levantándome de mi silla.
-¿A dónde vas? Ni siquiera terminaste tu café…-
- Tengo que ir a mi casa… quizás otro día hablemos mejor.- estaba deprimida. Recordé la tristeza que sentí cuando el estaba desaparecido esos dos años sin dar señales de vida.
-¿Quizás? Elizabeth no pude hablarte. Me arrepiento, pero no te mentí. Por casualidad o suerte, nos vimos de nuevo y ahora si que no vamos a dejar de comunicarnos. A menos que tú quieras, ahora, dejar de comunicarte conmigo…- tomó la cuchara y revolvió su café.
-No digas eso. Estuve tan triste estos dos años porque no te encontraba, si te perdiera ahora que te encontré sería una verdadera idiota.- me volví a sentar- creo que terminaré mi café antes de irme.
-Si, obvio. Porque es el mejor café del mundo, cuando lo probás no lo podes dejar más.-
¿Ironía? Pensé. Como olvidar eso de él. Siempre en su forma de hablar tiraba como indirectas, eran las que me confundían tanto pensando si sentía o no algo por mí.
-Sin duda es el mejor café.- tomé la taza en mis manos sonriendo y la acerqué a mi boca- la compañía tampoco se queda atrás…
El sonrió y miró hacia la ventana. –Haci que faltan cinco días para tu cumpleaños. Mira vos.-
Miré mi reloj, al ver que había pasado una hora y estaba empezando a anochecer, decidí que era hora de irme a mi casa. Además supuestamente lo vería en cinco días o menos, quien sabe, si me lo choqué después de dos años…
-Te espero el domingo, me tengo que ir yendo.- tomé lo que quedaba de mi café, me levante de mi silla y le di un beso en la mejilla.- ¿Cuánto costó mi café?
-Pago yo.- dijo sonriéndome.- por no haber podido comunicarme con vos, te lo debo.
- Pero entonces un café no es suficiente. Quizás una cena.
-Trato hecho.- dijo dándome la mano.
Apreté su mano con fuerza y me fui solo pensando en el. Pensé que me había curado de esta enfermedad. Pero me equivoqué, aunque quisiera negarlo, seguía enamorada.
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