jueves, 5 de noviembre de 2015

¿Por qué tenía ella que sufrir siempre todo?



Ella se sentía tan herida y vulnerable, que el suave rozar de sus cabellos a causa de una leve brisa contra su mejilla, lo percibía como cuchillas que hacían arder su piel. Sabía que el problema estaba en sí misma, en forzar su cascarón; en progresar como persona y alma. En soltar.
Siempre pensó mucho la vida, y sintió mucho la misma. Pero cuando algo es tan cambiante y poco seguro como lo es la vida, cuanto más uno reflexiona y recapacita, parece que más se hundiera.
Era un dejo de melancolía y tristeza, no por terror o miedo a que el mundo se termine, sino al miedo, terror y angustia, que le producía saber que el mundo seguiría hasta no se cuando, así de malo como era, así de arruinado como lo dejamos.


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