domingo, 28 de diciembre de 2014

Príncipe Oscuro, me destruíste.


Todo lo que concebía como hermoso del mundo,
se resumió en su figura.
Era un conjunto de mis sueños. y una ventana,
a lo mágico, a lo adorable, a lo peligroso.
Tenía el riesgo de saberme perdida en sus besos,
ahogada en su boca.
Contenía la profundidad de un mar revuelto,
en sus ojos, cuando me miraba.
Hasta simulaba amor.
Abarcaban todo el cariño del mundo, sus abrazos,
mi alma se sigue regocijando con tan solo el recuerdo de esos.
Sus palabras, ay, eran, la sabiduría de todos los tiempos,
y las puertas de las infamias más grandes y absurdas;
seriedad y diversión, todo lo que alguna vez necesitara.
Lo mejor de todo eran los silencios,
invadían habitaciones, las calmaban, me dormían.
Las caricias que me brindaba, me hacían temblar,
me revivían, como si fueran roces de pluma,
o arena bajo la planta de mis pies,
en la que me hundía, y hundiría por siempre.
¿Qué es de mí, Príncipe, en un mundo sin mar,
sin arena, sin silencios, sin tus caricias,
sin tus infamias?
Mi alma muere de hambre, en una realidad sin cuentos,
sin príncipes, sin vos.
¿Que hago? ¿Qué se encuentra en mi ábanico de opciones para hacer,
que cada una de esas cosas vuelva a mis días,
por unos segundos, unos minutos, unas horas?
Revivime. Rescatame.
Me muero todos los días,
y todos los días duele.
Y mi llanto lo acalla el ruido del mar,
pero no lo borra,
no te borra de mi mente, semejante paisaje.
Mi alma ve grises, mi mundo se desarma.
¿Cómo distraigo los recuerdos que me visitan?
¿Cómo calmo esta necesidad absurda de verte,
de escucharte, de quererte cerca?
¿Cómo puede ser que vivas, sin saber que muero todos los días?
Si te lo digo pierdo, y sigo muriendo en tu ignorancia;
Y si lo callo, mi alma lo grita en cada desgarro, cada noche,
en tu ausencia.
Tu presencia de este modo está siempre,
pero es falsa, como una estrella que se apagó hace años,
y la seguimos viendo.
Disfruto de un paisaje doloroso, que añoro.
De una foto de alguien que falleció.
De un presente que se fue para no volver, como vos.
Condenada a sufrir de por vida, a desgarrarme,
y a llorar, en silencio, mientras el ruido del mar,
aplaca mis quejidos.

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