martes, 28 de octubre de 2014

Mundo


¿Alguna vez miraron intensamente un árbol? Parece algo tonto de tan simple, de tan corriente, pero muy pocos en su vida tuvieron el placer y la atención para hacerlo.
Posando la finura del ojo sobre su imagen, podemos ver la marea tenue y salvaje, como oleadas parejas y distantes, que danzan con el viento y con el aire traslúcido. Podemos degustar de sus verdes extremidades, que se inmiscuyen en el árido azul del cielo, formando en tu mente una conjugación de verdes acuosos y azules verdosos, que inundan de alma y de vida lo falso de la cotidianidad y tecnología, y "avance", cuando en realidad es retroceso, y ¿Cuánto? ¿Cuánto más? Pienso para mí.

¿Cuánto más va a tardar el mundo en mirar? Pero viendo, realmente, cada árbol, cada planta naciendo y luchando contra el pavimento. ¿Cuánto vamos a tardar en verlo como un ejemplo? Un ejemplo de existencia, de cooperación con el ambiente, de inclusión en el ambiente. En una actualidad donde cada uno se esfuerza por aislarse, por aislarse del cielo, de los árboles, de las demás personas. ¿Por qué lo hacemos? ¿De qué escapamos? Dando tantas opiniones, mirando tantos vídeos, capturando tantas imágenes... Todo sobre un mundo que nos cruzamos frente a frente todos los días y no lo vemos. Hoy lo veo, y me agasajo nadando en sus árboles, y perdiéndome en el cielo, y solo puedo preguntarme, por qué el resto se esfuerza en olvidarse, en cegarse, de lo más verdadero, y sublime, que realmente tenemos y que nos tiene.

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