no entendía por qué, no entendía que gracia,
tiene besar sin dar tiempo a abrazar un rato después.
Miraba y no comprendía lo que pasaba,
sonreía y bailaba, sabiendo que los pies me dolían,
que el alcohol me podía, y que no quería pensar.
La noche se notaba, la oscuridad pesaba,
y en vez de caerme, el aire parecía levantar,
las manos hacia el techo hasta poderlo tocar.
No era mi lugar, pero lo adopté, por esas horas,
en el medio, sin saber a quien mirar,
estar cerca de todos, sin siquiera hablar.
Sonidos, ruidos, cantar a los gritos,
pero sin que nadie te alcance a escuchar.
Todos teníamos algo en común.
No queríamos ni pensar, que otra vez,
la rutina, las preocupaciones, la vida,
iban a regresar, escapábamos.
Queríamos escapar de todo, de todos,
no quería regresar, y lo entendí. Sin querer,
me descontrolé y me desperté.
Una noche loca, o dos, alcohol, bailar,
todo era para liberarse, no tener presente,
a todo lo que nos ata, todos los días, de lunes a viernes.
Y lo ví y lo besé, sin gracia, sin abrazo,
sin pensar, sin necesidad, con locura, sin amor.
Le dije te entiendo, sin hablar. Y él me entendió, se, sin escuchar.
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