lunes, 8 de julio de 2013

Bailemos dijo, pero no bailamos at all.

Lo vi buscando besos sin vergüenza, sin necesidad, 
no entendía por qué, no entendía que gracia,
tiene besar sin dar tiempo a abrazar un rato después.

Miraba y no comprendía lo que pasaba,
sonreía y bailaba, sabiendo que los pies me dolían,
que el alcohol me podía, y que no quería pensar.

La noche se notaba, la oscuridad pesaba,
y en vez de caerme, el aire parecía levantar,
las manos hacia el techo hasta poderlo tocar.

No era mi lugar, pero lo adopté, por esas horas,
en el medio, sin saber a quien mirar,
estar cerca de todos, sin siquiera hablar.

Sonidos, ruidos, cantar a los gritos,
pero sin que nadie te alcance a escuchar.
Todos teníamos algo en común.

No queríamos ni pensar, que otra vez,
la rutina, las preocupaciones, la vida,
iban a regresar, escapábamos.

Queríamos escapar de todo, de todos,
no quería regresar, y lo entendí. Sin querer,
me descontrolé y me desperté.

Una noche loca, o dos, alcohol, bailar,
todo era para liberarse, no tener presente,
a todo lo que nos ata, todos los días, de lunes a viernes.

Y lo ví y lo besé, sin gracia, sin abrazo,
sin pensar, sin necesidad, con locura, sin amor.
Le dije te entiendo, sin hablar. Y él me entendió, se, sin escuchar.

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