jueves, 7 de marzo de 2013

En sus ojos, algo se apagó.



Entonces, ella le dió la espalda, siendo totalmente consciente de que era lo último que él vería de ella por el resto de su vida. Mientras juraba, para sí misma y a sus propias lágrimas, nunca más dejarse vencer, tampoco pertenecer a nadie, ni por unos segundos. No era él quien le importaba, le importaba el sentimiento, el sentir otra vez el abandono, el saberse "Patética" o "Ingenua" u "Objeto". Le dolió la actitud, no el hombre, no el adiós, no el estar sola. Conocía perfectamente la soledad desde siempre, fue su única fiel compañera, nunca la abandonó, ni cuando estaba con él. Era un estar o no estar, si no estaba era igual. Creía que podía sentir por unos minutos que alguien la deseaba, pero en ese instante, todos los minutos restantes y todos los pasados, se fugaron, perdieron el poco valor que tenían. Y ella no estaba triste, pero lloró. No era tristeza, era decepción, era ingenuidad o bronca. Pero las lágrimas no se diferencian, si son de felicidad o tristeza, son lágrimas, y sólo eso era lo que la gente que pasaba y seguía su rumbo, veía en sus mejillas. Le daba vergüenza no el estar llorando, sino el motivo, no la persona, porque no se merecía ni siquiera una cara triste y ella le estaba dando lágrimas. Algo en sus ojos se apagó, y prometió jamás, volverlo a encender, ni por alguien que valiera la pena. Dejar al mundo desaparecer, ser ella quién y solo quién puede manejar el dolor. Juró por su vida restante, que aunque tenga que permanecer aún más sola que ahora, lo cual le parecía imposible, ella iba a saberse como la única persona que podía modificar algo en sí misma. Si tenía que sufrir, iban a ser motivos externos, nunca internos. No se iba a preocupar más por nadie, pero en secreto, era un grito de Auxilio, para que un día alguien, de un día para otro, sin saber por qué, le haga saber, que la necesita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario