Eras como una rosa, perfecta,
digna de admiración,
amando desarmarte pétalo por pétalo,
dejándome encerrarte en mis manos.
Eras suave, y a la mínima confianza hiriente,
eras sincero, y lleno de arte.
Me rodeaste de tu perfume fresco,
y me rebalsaban las ganas de amarte.
Eras de estación, eras de amor,
eras diversión y pasión.
Y ya no eres, porque cual rosa,
no hay eternidad más mentirosa.
Te tenía entre mis brazos como sintiendo,
inmortalidad, que mentira,
que desilución, que tristeza,
que presente tan cargado de realidad.
Y rosa, rosa negra,
rosa mía, aunque ya no,
aunque nunca lo fueras,
Adiós.

